El echo de formar parte de la "sociedad de la información", nos incita - directa o indirectamente - a dudar continuamente sobre nuestra vida. Tenemos acceso a tanta información, y perdón por la reiteración, que nos olvidamos de improvisar, de vivir, o incluso de equivocarse. Nos hemos vuelto menos libres y más críticos con nosotros mismos. Quizás, por el afán de perfección.


¿Cuantas veces hemos recurrido a google para encontrar una solución a un problema? Y de estas tantísimas veces, ¿Cuantas hemos acabado haciendo - o por lo menos, probando - lo que nos decían?


Quizás es contradictorio que escribamos esto en un blog. Y más, siendo su objetivo el de responder las miles de preguntas que nos surgen. Pero la diferencia está en el cómo. A estas alturas, ya no dejaremos de "sobreinformarnos". Pero, por lo menos, cuando lo hagamos, que nos recuerden la espontaneidad del ser humano y su magnífico poder de equivocarse.

Mi viaje a Coruña, Galicia






Y vuelvo a estar en el avión de vuelta a casa. Nunca hubiera pensado que irme de un lugar me causaría tanta tristeza. Y más, siendo como soy: una chica casera que rara vez se ha separado de los suyos. Pensaba que estas alturas estaría deseando llegar y volver a mi inconsciente monótona rutina. Pero no es así. Este corto, aunque intenso, viaje me ha dado diferentes lecciones de vida que pensaba que ya tenía aprendidas.

Llegué a Galicia, más concretamente a Coruña -dónde actualmente vive mi familia-, sin mucha expectativa. Tan solo tenía ganas de verlos puesto que hacía meses que no los veía. Pero en cuanto a la ciudad, pensaba que sería una más. Ahora, sé que solía desmoralizar o infravalorar todos los lugares a los que iba, porque nunca me permitía desconectar de todo lo que implicaba mi hogar. No sabía apartar, por un corto periodo de tiempo, mis preocupaciones y disfrutar de todo lo que nos depara el mundo - que no es poco -.

Torre de Hércules

Recuerdo que lo primero que me llamo la atención fue el paisaje. Si tuviera que describir Galicia con un solo color, sin duda, sería el verde. Me conquistó la manera en la que se complementa lo moderno de una ciudad ( sus edificios, carreteras, monumentos, luces, carteles... ) con el entorno. Podía notar cómo se había respetado todo lo que ya estaba -dónde hace años había un gran campo verde continúa habiendo un gran campo verde-. A diferencia de mi ciudad natal, Barcelona, puesto que esta, ha hecho todo lo contrario: habituar el entorno, a la ciudad. Es curioso cómo puede afectar tanto; hasta en el ruido. A pesar de aparecer en el top 10 de las mejores ciudades del mundo, Coruña no es ruidosa. Puedes pasear tranquilamente por el centro sin escuchar voces, pitos de coches y el ajetreo típico de Barcelona. Y cuando buscas tranquilidad, eso, se agradece. 



Praia de Barrañán


Y no hablar de sus playas! Por suerte mi primo pequeño, Lucas, es surfero. Ya cuando vivían aquí, me empapaba de surf, y todo lo que implica, a diario. Pero en Galicia, aún más. Casi cada día, nos levantábamos muy temprano para pillar las mejores olas y más tranquilidad, puesto que allí surfea muchísima gente - y las horas puntas, son las horas puntas -. Mirábamos las "previs" y escogíamos qué playa estaba mejor: la playa de Santa Cristina, Barrañán, Bastiagueiro... Todas ellas muy cerca de casa. Coruña tiene preciosas playas hasta en el mismo centro. Aunque, si puedes moverte en coche, existen muchas otras que se encuentran a 20 / 30 minutos que me dejaron anonadada. 



Praia de Razo


El surf es un deporte super agradecido y eficiente. Siempre he dicho que, para mí, los surfistas son los que mayor voluntad tienen, y más pasión por lo que hacen. No todo el mundo es capaz de meterse a las 7 de la mañana, a 5 grados, en el mar Cantábrico. Yo en efecto, NO. Mientras, recorría con mi tía la playa y hacíamos un poco de ejercicio, que no iba mal. Además de animar a Luqui cuando cogía sus mejores olas. 

Esas horas, porque pasábamos horas en la playa, me permitían pensar y reflexionar sobre todo lo que he vivido este último año. Llevaba tanto sin pasar una hora completa feliz, que se me hacía raro. Pero me gustaba. Supongo que la compañía hace mucho y su humor también. El cambio les había sentado tan bien que no podía evitar sentirme orgullosa de ellos. El humor también se contagia. Y esta fue una de mis primeras lecciones. 



Praia de Bastiagueiro

Poco a poco, Galicia fue conquistándome. Y todo el mundo sabe que una de las mejores maneras de conquistar a una mujer es por el estomago! Qué bien comí durante toda la semana. Desde el "vermutillo", hasta el postre. Tanto en casa, como fuera. 

Empezando por el vermut, solo diré una palabra: tapa. Cada vez que íbamos a hacer un "vermut", en realidad lo que íbamos era a comer. En cada bar y por cada cerveza que pedíamos, te regalaban una tapa - a veces, generosa-. Además de las olivas que también eran de balde. Por lo que al final lo que pagabas eran las bebidas y alguna tapa de más, como unas bravas o un buen pulpo

Luego, a comer. Con la barriga hinchada de cerveza, olivas, patatas y las super tapas, nos íbamos al restaurante o para casa con ganas de más. 


Tengo el privilegio que en mi familia tenemos grandes dotes culinarias. A veces comemos tan bien o mejor que fuera de casa, pero un día es un día -aunque al final fueron muchos-. 

No podía irme de Galicia sin antes comer una buena mariscada a base de cuerpos, percebes y gambas. -Estoy pensando en ello y se me hace la boca agua-. Sin embargo, también cayeron McDonalds, Fosters Hollywood -donde comí un Guacamole buenísimo-, Burguers... Se debe comer de todo y con las sesiones mañaneras de ejercicio no había problema, se quemaba todo.


¿Y el pan gallego? ESO SÍ ES PAN. Comía pan con todo. Lástima que no me cupiera una buena tanda de pan en la maleta, porque si no, continuaría hinchándome. Y lo mejor es que es cuesta igual o un poco más que cualquier "baguette" que nos podamos encontrar en cualquier panadería industrial - por que artesanas, quedan pocas-. 


Por último, la genteSon super serviciales. Un detalle curioso que me asombro fue en McDonalds donde un trabajador me preguntó por la comida, si me había gustado y si quería algo más. Puede parecer una tontería, pero se trata de un "fast food" y nos dio un trato de restaurante. En ningún otro McDonalds me han preguntado eso. Quizás son nuevas políticas de empresa, pero en ese momento ya estaba enamorada de Galicia. Todo me parecía bonito.

Conocí al entorno más cercano de mi familia. Todos ellos surferos, como no. Y lo más gracioso es que se llamaban con un diminutivo: Alvarito, Nachito, Luisito, Luquitas... Desde el primer día sentí una conexión especial. Apenas los conocía de hacía unas horas y ya sentía que era una más. Fueron amables, divertidos, simpáticos... Estar con mi prima y ellos, me recordó a mi infancia cuando veraneábamos en Palamós. 

El último día cuando ya me iba, me pareció curioso cómo se despiden: dando un abrazo. Pero no un abrazo cualquier, sino de verdad. Me di cuenta que mi adiós, iba a ser un poco más frío, quizás. Dos besos. Pero la alternativa me gusto incluso más. Ya no es cómo son ellos, sinó cómo te hacen sentir. 



Aquí os dejo un vídeo que hizo mi primo Gerard durante el viaje. Espero que os guste. 


Patricia.


Comentarios

Entradas populares